2. La etiopatogenia de las parafilias
En general las investigaciones sobre los factores etiológicos se pueden agrupar en tres principales que afectan el desarrollo de la personalidad: el biológico, el medio ambiente, y los factores mentales de integración y síntesis. Estos factores son centrales en la formación de una parafilia.
La biológica se relaciona con las propiedades cognoscitivas y emocionales físicas constitucionales o adquiridas. Es probable que los factores constitucionales participen en el comportamiento sexual, a través de múltiples circuitos de retroalimentación que actúan en conjunto desde diferentes localizaciones.
La capacidad de conformar la identidad sexual y la predisposición femenina o masculina podría ser el legado de la vida fetal y su resultado dependería del desarrollo postnatal.
El medio ambiente se refiere al entorno físico y psicológico que nutre el desarrollo humano. Si bien las parafilias suelen iniciarse antes de los 18 años, las manifestaciones desviadas ya son comunes en la infancia.
Como ocurre con muchas afecciones psiquiátricas, la familia es el ambiente crucial para el desarrollo de las parafilias. Las tendencias libidinales y agresivas ocultas de los adultos se transmiten a los niños cuando se los manipula, alimenta, viste y educa, así como a través de la inquietud ante las situaciones de separación e intimidad. Los niños se forman en el ambiente de resonancias emocionales de los deseos y necesidades familiares inconscientes no verbalizados.
Las funciones de integración y síntesis corresponden a la facultad mental que combina restricciones y potenciales biológicos y ambientales en una personalidad coherente, es decir que crean algo a partir de las capacidades y eventos impactantes disponibles. La complejidad de la neocorteza en los seres humanos asegura que 100 millones de neuronas organizarán la constitución y la experiencia en un sustrato erótico único. En realidad lo increíble de la expresión sexual humana no es la diversidad sino sus similitudes. Estas se relacionan sin lugar a dudas con procesos e hitos comunes del desarrollo.
El abordaje científico de los problemas sexuales es relativamente reciente, de hecho se inicia a fines del siglo XIX.
Los científicos que antecedieron al psicoanálisis habían conceptualizado a las actuales desviaciones sexuales (según el criterio de la OMS) o parafilias (según el DSM IV), como anomalías del instinto, como una especie de “teratología instintiva”, siendo el más importante representante Richard von Kraft-Ebing en 1869 cuya publicación máxima “Las psicopatías sexuales” vio la luz en 1928
Desde el punto de vista biológico se han realizado un gran número de estudios dirigidos a encontrar patología orgánica que explique la conducta parafílica.
La pregunta que queda sin contestar es si los polimorfos hallazgos encontrados en investigaciones de parafílicos: niveles hormonales anormales, alteraciones cromosómicas, dislexia, epilepsia, trastornos mentales, retrasos etc., son simples hallazgos asociados o han tenido relación causal con la orientación parafílica.
Últimamente se ha sugerido que la conducta parafílica pueda ser una presentación clínica del trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o como parte del espectro obsesivo-compulsivo (Kruesi 1992)
El descubrimiento freudiano de la sexualidad infantil y del papel que continúa desempeñando en el adulto permitió a conceptuar a las “perversiones” como consecuencias de un desarrollo problematizado de la sexualidad infantil, las que se consideró como conductas infantiles anacrónicamente fijadas.
Así para el psicoanálisis, las perversiones representan placeres primitivos prohibidos cuya exigencia es casi absoluta. Esto supone la imposibilidad de despegarse de los sistemas primitivos de satisfacción que es lo mismo que decir que la “fijación” representa la elección primaria, la elección de la perversión como fenómeno anacrónico. Mientras que el fracaso de las nuevas experiencias sexuales que no puede integrar, hace al individuo “regresar” hacia sus primeras experiencias. La regresión es la fuerza que retropulsa al individuo hacia los sistemas primitivos de satisfacción.
El psicoanálisis sostiene que la neurosis es el reverso de la perversión. En la neurosis todos los síntomas se forman contra el sistema pulsional activo que no es aceptado por el yo (egodistonía).
En la perversión, la conducta arcaica es asumida y deseada por el yo (egosintonía). El perverso tolera la perversión
Existen otros autores que han intentado dar una explicación a la problemáticas de las parafilias. Mencionaremos algunos opiniones vertidas en los últimos años.
En Zurich un psicoanalista de vanguardia como Fritz Morgenthaler (1988) piensa que las parafilias cumplen la función de “cerrar, sellar o rellenar “ la hendidura creada por una abertura en el desarrollo narcisista. Es decir, los adultos parafílicos, piensa, que fueron niños cuyos desarrollos del “yo” y de la líbido tuvieron lugar en base a un desarrollo narcisista con la ayuda de un cierre o relleno. Estima que, ningún desarrollo narcisista puede llevar un curso ideal en que no requiere de “microrrellenos”. Del otro lado, existiría un proceso muy patológico en que falla la formación de rellenos quedando una hendidura o herida narcisista que él llama área narcisista. Los parafílicos se encontrarían a mitad de camino entre estas dos posiciones.
El checo Kurt Freund, una de las más altas figuras en materia de psicopatología sexual en Praga en 1983 había establecido que las desviaciones sexuales (según el CIE10) forman parte de lo que él llama “trastornos de cortejo” haciendo una analogía etológica con los animales. La conducta sexual humana es un proceso dividido en cuatro fases: a) acercamiento a la pareja potencial, b) interacción pre táctil, c) interacción táctil y d) unión genital efectiva.
Para este autor, una hipótesis causal de las parafilias sería una aversión al coito, llevando a los portadores del problema a varias actividades sustitutivas, aunque sin explicar las causa. Así por ejemplo el voyerismo sería una distorsión de la primera fase, el exhibicionismo de la segunda, el froterismo de la tercera y la violación de la cuarta.
El psicoanalista norteamericano Robert Stoller (1985) sostiene que las conductas perversas son la expresión de la hostilidad (forma erótica del odio) en las que las fantasías sexuales o los actos sexuales perversos se convierten en el medio de desquitarse de traumas infantiles relacionados a menudo con la conducta de los padres, que inhiben el desarrollo del niño, mediante castigos o amenazas, es decir es una revancha escondida en las acciones que la maquillan y que sirven para convertir un trauma infantil en un triunfo adulto. Es por lo tanto, una traducción del deseo de lastimar, herir, degradar, humillar, ser cruel con alguien.
El profesor de pediatría y psicología médica en la Universidad John Hopkins, John Money, neozelandés de origen (1989) en su libro “Mapas del amor vandalizado” (Vandalized lovemaps) escrito con M. Lamacz proponen el camino que debe tomar la mente del individuo para llegar al placer erótico sexual y a la satisfacción.
El “lovemap” se troquela en la mente de manera similar al lenguaje común, a través de los estímulos sensoriales, internalizando al amante idealizado individualmente así como lo que se hace en las relaciones románticas, eróticas y sexualizadas. Al principio sólo existe en la imaginación, posteriormente puede ser expresado con un compañero. Lo esperado es que el “lovemap” se diferencie hacia la heterosexualidad no complicada, pero cuando es “vandalizado” por los adultos (alterado en más o en menos el normal el desarrollo psicosexual infantil) el resultado es la parafilia. Entre los cuatro y los nueve años es el período de mayor vulnerabilidad.
Para el psiquiatra Charles Moser (1992) del Instituto en Estudios Avanzados de Sexualidad Humana de San Francisco, California, las parafilias no son procesos aprendidos en el sentido del aprendizaje clásico. Las parafilias serían la “lujuria” hacia objetos no comunes o inapropiados. La lujuria para este autor es una respuesta sexual fuerte clara e individual hacia estímulos sensoriales específicos, reales o imaginarios (visuales, auditivos, olfatorios, táctiles y/o gustativos) que puede ser entendida como una “pasión” alrededor de un estímulo sexual.
Moser comenta que cierta gente nace con una especie de “química” que le hace ser especialmente apasionado o ligado a la sexualidad, siendo la parafilia una deformación de esta cualidad humana a la que el contrasta con el deseo o la erotización.